El pasado 18 de enero, fue hallado sin vida el fiscal argentino Alberto Nisman, quien investigaba el atentado del 18 de julio de 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) de Buenos Aires, que dejó un saldo de 85 muertos y más de 300 heridos. La muerte del fiscal se produjo horas antes de que expusiera ante la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados su denuncia respecto a un presunto plan del gobierno de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, para dejar libres a los iraníes acusados de perpetrar dicho crimen. De inmediato, miles de argentinos salieron a las calles en la capital y otras ciudades del país, para participar en marchas y cacerolazos convocados vía redes sociales con la consigna #YosoyNisman.
La versión oficial difundida por la agencia nacional de noticias, TélAm, apuntaba a que la autopsia realizada al cadáver, había confirmado que Nisman falleció como consecuencia de un balazo que ingresó por el parietal derecho de su cabeza, al tiempo que se estableció que en el hecho no hubo intervención de terceras personas y que el arma utilizada pertenecía a uno de sus colaboradores. No obstante, ha habido múltiples especulaciones sobre si se trató de un homicidio o un suicidio. De hecho, aún se continúa realizando un peritaje exhaustivo para resolver el enigma, pues la fiscal, Viviana Fein, a cargo de las investigaciones, catalogó el hecho como una “muerte dudosa”. Adicionalmente, el gobierno en primera instancia respaldó la teoría del suicidio, posteriormente afirmó que había ciertos indicios de un homicidio y más recientemente regresó a la primera hipótesis.