El campo europeo está en crisis y el malestar de los agricultores -particularmente los pequeños productores- sigue extendiéndose por más países. Si bien hay preocupaciones estrictamente internas, el disgusto y las quejas por las políticas agrarias, reguladoras y/o restrictivas, medioambientales, o incluso las económicas, políticas y comunitarias, son ampliamente compartidas. El sector agrícola tan sólo supone el 1.4% del PIB europeo, pero aún con ese mínimo porcentaje, es clave para la seguridad alimentaria del continente.